miércoles, 24 de noviembre de 2010

obras comentadas 1

La Dama de Auxerre

Época arcaica griega. Escultura exenta. S. VI a.c.

Es una pequeña estatuilla de apenas 55 cm, pero de una gran belleza. Se considera la primera obra de la estatuaria en piedra que se conserve completa. Pertenece a la escuela cretense, probablemente primer centro de esta actividad escultórica. Al parecer se trataba de una imagen votiva como se desprende de la posición de su mano derecha en actitud de exvoto y la izquierda pegada al cuerpo.

 En ella podemos apreciar todas las características formales que distinguen este tipo de esculturas femeninas, especialmente su sentido de bloque cerrado y por tanto su rígida frontalidad. En cualquier caso se observa un trabajo de labra bien distinto entre la parte inferior cuya técnica es más rústica, y la parte superior con detallismos en el propio peplo, el paño de lana decorado con cenefas incisas y la ancha correa a la cintura.

El pelo asimismo se trabaja con detenimiento, siguiendo la moda egipcia del "peinado de pisos" otorgando a la obra un mayor naturalismo, acentuado igualmente por el trabajo en los pechos. Por el contrario, el rostro sigue todavía sin fijar la expresión, que con su forma triangular tiende a la idealización.  Llama la atención su sonrisa arcaica un tanto forzada y falsa; la desproporción; (obsérvense las manos en comparación con el antebrazo o los pies de gran tamaño) de las distintas partes del cuerpo, así como los ojos grandes y almendrados carentes de expresividad.

El faldellin que cubre de la cintura a los pies, tiene una sencilla decoración geométrica de líneas rectas horizontales y verticales que contrasta con las líneas curvas de la parte superior (cabello, senos o brazos).


Auriga de Delfos

 Escultura en bronce. Periodo severo, 1ª 1/2 S. V a.c.

Es lo que queda de un monumento encargado por el tirano Poyzolos de Gela para conmemorar su victoria en una carrera de cuádrigas en Delfos.  Cabe destacar la riqueza de los materiales empleados (bronce, pasta vítrea en los ojos y láminas de plata en los labios). En cuanto al trabajo escultórico, presenta dos partes claramente diferenciadas a lo largo del chitón: la mitad  superior, más dinámica debido a los pliegues paralelos, con alternancia de ritmos verticales y horizontales. La mitad inferior, quizás porque iba tapada por el carro, está trabajada de manera más rígida y con menos detalle.

El cabello se trabaja con naturalismo, alrededor de un cráneo esférico, prototipo de la época clásica por ser la esfera representación geométrica más perfecta y la razón, es decir, la cabeza, la que dirige al hombre). La expresión tiende a la idealización, al no existir relación entre la acción real y la expresión. La sensación de calma y serenidad están ya en la línea de la escultura clásica

En cuanto a la composición, el auriga sostiene las riendas con una mano y gira la cabeza hacia el lado contrario, buscando una compensación compositiva. Se mantiene así una cierta rigidez en el conjunto, aunque la posición de la cabeza y el brazo adelantado rompen la simetría tradicional.

El Discóbolo

Copia en mármol del original en bronce. 2ª1/2 S. V a.c.

El original estaba hecho en bronce aunque se conservan copias romanas en mármol y una en bronce. Es obra del gran broncista Mirón (470-440) y representa al atleta en el momento de coger impulso para lanzar el disco. Se trata  de una de las primeras obras que representa al hombre como ideal simbólico en sí mismo y no como representación de los dioses. La composición se estructura en dos curvas contrapuestas, describiendo un amplio movimiento y transmitiendo una sensación de dinamismo, ayudado por el material (bronce) y por la luz.
 A pesar de todo, la obra aunque ya busca la perfección anatómica, no consigue dar volumen a los músculos ni corresponde el esfuerzo físico con la expresión del rostro ( inconexión de la acción representada con la expresión). Sin embargo ya subraya el equilibrio emocional propio del clasicismo.



EL PARTENÓN

Autor: Ictinos y Calicrates
Arquitectura griega: 447-432 a.c.
Época clásica.
Templo dedicado a Athenea Parthenos, diosa protectora de la ciudad de Atenas, construido en la Acrópolis, durante el gobierno de Pericles.
Se trata de un templo concebido como expresión y símbolo de la victoria de los griegos, capitaneados por Atenas, sobre los persas en las guerras médicas. Los atenienses agradecen así a su diosa protectra la ayuda en esta guerra. El proyecto fue de los arquitectos Ictinos y  Calícrates pero el planteamiento general y la supervisión correspondieron al gran escultor Fidias, quien decorará con relieves los frontones, metopas y frisos del mismo.
Construido en mármol pentélico, es un templo de orden dórico, octástilo anfipróstilo y períptero. Esponente de la arquitectura arquitrabada, representa la idea de la perfecta proporción, la llamada "sección aurea", por la que las partes están relacionadas con el todo. Se sitúa sobre una plataforma escalonada o Krepis, de la que arrancan las columnas sin basa, con el fuste estriado en arista viva y el capitel formado por un equino liso y un ábaco poligonal. Sobre el ábaco se asienta el entablamento, en el que destaca el bello friso compuesto de triglifos y metopas, decorado por Fidias con cuatro programas iconográficos (gigatomaquia, centauromaquia, amazanamaquia y guerra de Troya). El remate en sus lados cortos se realiza mediante un frontón, en cuyo interior (tímpano) Fidias esculpe "el nacimiento de Atenea" y "La disputa del patronato del Ática". El tejado a dos aguas se remata en sus vértices por "acróteras".
En su interior, sobre una planta dividida en cuatro partes (pronaos, naos, partenón y opistodomus) destaca la altura de la naos, con dos alturas de columnas separadas por un entablamento, y que dividen la dividen horizontalmente en tres naves. Esta gran altura permitió colocar en su interior la gigantesga escultura de Athenea Parthenos realizada por Fidias.
Si importante es el diseño del templo, mucho más llamativos son los detalles que hacen que la visión de éste sea perfecta. Se trata de una serie refinamientos ópticos que afectan a la krepis y el entablamento (ligeramente curvados), a las columnas (inclinadas unas, engrosadas otras), así como a los intercolumnios, de distancia desigual. Todo ello con el fin de lograr la perfección visual.

EL DORÍFORO


Autor: Policleto
Copia romana en mármol del original en bronce
440 a.c. Periodo clásico griego
Escultura de bulto redondo que representa a un joven atleta portando una lanza en su mano izquierda, y en actitud de avanzar. Es obra de Policleto, un experto broncista de la escuela de Argos, en el Peloponeso. Su principal aportación teórica a la escultura es el canon de siete cabezas, como forma de representación de la perfecta proporción, base fundamental del ideal de belleza clásico. 
Esta escultura es un perfecto ejemplo de representación naturalista por el extraordinario estudio anatómico, especialmente destacado en la musculatura pectoral, brazos y piernas. Es destacado también el criterio geométrico que se percibe en el círculo formado por el pliegue inguinal y la curva del tórax, teniendo como centro el ombligo. La marcada diartrosis y el contraposto contribuyen a dar dinamismo y movimiento a la escultura, rompiendo así la tradicional frontalidad de la escultura de siglos anteriores, aunque sin renunciar a un cierto estatismo, símbolo de equilibrio físico y psicológico, fundamentos de la armonía del individuo.
La idea del círculo y la esfera (símbolos de perfección) se repite en una cabeza perfectamente esférica y que respeta la regla de la proporción de los tercios (un tercio la frente, un tercio la nariz, un tercio la barbilla). Los signos "aracaizantes" los apreciamos en una cierta inexpresividad del rostro y el tratamiento del pelo, demasiado pegado a la cabeza, sin volumen. 
El Doríforo es el atleta perfecto, el joven perfecto, que no representa a un personaje concreto sino que se convierte en prototipo de los valores ciudadanos de la polis clásica. En este momento no interesa individualizar personajes, valores o sentimientos, lo fundamental es la representación de los valores de la "areté" (excelencia) que se consideran fundamentados en el concepto platónico de belleza.

Apoxiomeno

 Escultura exenta en mármol sobre original en bronce. S. IV a.c.

Realizado originalmente en bronce, fue trasladado a Roma por el emperador Agripa. El nombre de la obra coincide con la acción que está realizando la figura, que no es otra que la del atleta que se limpia con una “strigilis” (cepillo metálico) la piel cubierta de polvo y aceite.

En esta pieza hallamos un canon nuevo: se estiliza el cuerpo y se reduce el tamaño de la cabeza, y además se acentúa el volumen y la pesadez muscular. Compositivamente también rompe con los criterios clásicos, pues el brazo derecho se extiende hacia el espectador, escorzo que rompe la armonía frontal clásica. Se multiplican así los puntos de vista de la pieza, lo que se enriquece además con un tratamiento igualmente naturalista de la anatomía.  
Ya no se observa tampoco el equilibrio psicológico clásico puesto que nos representa a un hombre cansado y con el pelo revuelto, lejos del idealismo anterior.


Laoconte y sus hijos

 Se trata de una obra en mármol que representa un pasaje de la Eneida de Virgilio, cuando Laoconte, sacerdote de Apolo, se opone a la entrada de un caballo griego en la toma de Troya. Es entonces cuando él y sus hijos son atacados por serpientes sobre el ara del dios al que habían ofendido.

Se trata de una obra de gran espectacularidad dramática, hasta el punto de que se la considera expresión universal del dolor. La disposición de las figuras es teatral, ficticia; sus posturas retorcidas hasta el paroxismo y el tratamiento de los cuerpos es de una tremenda fuerza expresiva, así como el gesto del propio Laoconte, muy distinto al de sus hijos (más clásico).
La composición está perfectamente estudiada: los tres personajes están interrelacionados por las líneas retorcidas de las serpientes y dispuestos en una perfecta diagonal, acentuándose la expresividad por efecto de la luz y la tensión de los cuerpos. La fuerte acentuada musculatura de Laoconte, su rostro y la barroquización en el tratamiento del pelo, ojos, barba... influyeron enormemente en Miguel Angel (contemporáneo del descubrimiento de la pieza) inclinándolo hacia su terribilitá.

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